Qué pasó... quién sabe... Las ganas de morir me acompañan siempre. Las ganas de explicarlo me carcomen. No hay un por qué. No soporto que no haya un por qué. Lo necesito. Lo necesitan. En mi estómago cabe de todo, pero mi cuerpo no absorbe ni la mitad de lo que hay ahí. Qué ganas de hacerme daño, de las más estúpidas y cobardes formas. Dejaría de comer o comería mucho. Fumaría por montones. Bebería muchos litros de alcohol. Haría el ridículo frente a todos. Tendría malas notas. No dormiría. No haría deporte.
Soy cobarde. Mejor, que pase luego la vida para estar abandonada en un asilo o qué ganas de que me atropellen para dejar de existir de una vez por todas. Qué ganas de que me asalten y me acuchillen. Qué ganas de que me disparen. De que me corten en pedacitos. Qué ganas de que rompan mi piel. Que rompan mis genitales. Que me humillen y terminen conmigo. Y ojalá que de verdad tengan éxito.Porque yo no lo haré. Todos lo sabemos. Y no lo haré, aunque quiera hacerlo. Me cortaré las venas con hojas de lechuga y dejaré de ver televisión un rato. Fumaré y dejaré de comer un rato. Después me llenaré. Y después me encerraré en mi pieza.
Es que tengo pena. Y es que tengo ganas de morir. Pero no me atrevo. No lo haré. Eso odio de mí: la cobardía. Lo intenso que es el sentimiento y lo fácil que se me hace negarlo. Quiero morir, pero no se nota. Qué bien. No lo haré. Viviré con las ganas. Como una suicida frustrada.
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1 comentario:
Srta. Balle:
Desgarrador su texto. Tiene ahí a un personaje fascinante, del que dan ganas de conocer más. Es inevitable preguntarse: ¿Porqué quiere destruirse así?
Además, los recursos poéticos como el cortarse las venas con hojas de lechuga, están buenisimos.
Saludos.
Quique.
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