miércoles, 6 de junio de 2007

Anastasia II

Cuando mis dueñas me recogieron, Josefina no quería nada conmigo. Hacía ruidos extraños. Se iba a los rincones. Se le paraban los pelos. Arqueaba la espalda. El gato negro no existía todavía. Llegó después, era una bola negra y peluda.

Primero no lo dejaron jugar conmigo. A mí me cayó bien, pero mis dueñas pensaron que le podía hacer daño. ¡Siempre desconfían de mí! Que voy a romper el diario y las cuentas, que me voy a arrancar, que las voy a ensuciar, que voy a hacer caca, que me voy a comer las plantas... Es mucho. Creo que confían más en los gatos que en mí, por eso ellos duermen en la casa grande y yo en una chica, de plástico y fría.

El gato negro creció y se acercó solito a mí. Empezamos a jugar al gato y al ratón primero. Yo lo perseguía y el arrancaba. Después, yo me tiraba sobre él y le mordisqueba la panza y el cuello. Un día, lo sentí hacer ese sonido que hacen como de muchas "eres" juntas. "Rrrrrrrrrrrr...". Llegó una de mis dueñas y se dio cuenta de que "ronroneaba", así dijo. En ese momento, Poncio dejó de hacer el sonido, se paró y arrancó, como si hubiese estado asustado. Me retaron, me dijeron que no asustara al gatito.

¡Qué mentiroso! Siempre hace eso. Sale, se pasea, se me acerca, soba su cabeza con la mía, me ronronea, hasta que yo me paro y lo empiezo a mordisquear. Ahí se tira de espaldas al suelo y cierra los ojos, ronroneando. En cuanto viene un humano, huye despavorido. La gente piensa que yo quiero jugar con él y él no quiere. Siempre me hace quedar como la pobre perrita juguetona a la que nadie pesca. Por suerte no piensan que me lo quiero comer, sino ya me habrían echado.

Josefina es más pesada. Nunca me mira. Siempre anda por los techos y las panderetas, mirando a su altura, nunca al suelo. Se cree superior, creo. Si me mira es para hacerme sentir mal, porque yo no puedo llegar tan alto. Me hace sentir mal, por eso me pongo a saltar lo más alto que puedo, para ver si puedo alcanzarla y no lo consigo. He aprendido a saltar bien alto eso sí. Los perros del pasaje me envidian por mi agilidad.

A veces me aburro. Por eso muerdo un poco las bolsas en las que vienen las cuentas. Para matar el tiempo. Quisiera tener un amigo o amiga, pero estos gatos están rayados. Poncio me usa para que lo muerda y Josefina me mira como si yo no existiera. Yo quiero ser amiga de ellos.

Todos los días son iguales. Sale el sol y yo salgo a echarme bajo él. Una a una mis dueñas salen de la casa grande y me dejan sola, con los gatos. Miro a los humanos, que a esa hora caminan rápido y les muevo la cola, pero ninguno me toma en cuenta. El único que me hace cariño es un viejo, que todos los días pasa por afuera. Me habla mucho rato. Debe pensar que soy su amiga. A lo mejor quiere que me vaya con él. No lo ha dicho así, pero por como me mira y cómo me dice que soy linda, pienso que me quiere mucho. Quizás más que mis dueñas.

Después voy a ver si tengo comida. Trato de jugar con ella, pero no me resulta. Siempre la rompo, como dije antes. A ella le da miedo y se queda quietita desparramada por el suelo. La como con pena, por haberla asustado y bebo agua. Después siento los retorcijones en la panza y tengo que ir a hacer caca. Hago un poco en el cemento, otro poco en el pasto. Me agacho varias veces, porque las ganas van y vienen.

Vuelvo a sentarme atrás de los barrotes para ver pasar a la gente. Algunos pasan de la mano. Otros hablan. Otros muestran los dientes. Otros llevan cargas pesadas en la espalda, parecen jorobas. Otros corren. Otros chocan. Se paran armatostes afuera de la casa. Me da miedo, porque pienso que están vigilándome, que a lo mejor me quieren echar y ocupar mi lugar. Ni lo sueñen.

Por fin llega alguna de mis dueñas, ve si tengo comida, me habla un poco y entra. Vuelve a salir con una pala y una bolsa, me dice que soy cagona. Siempre me dicen eso. Recoge lo que hice y a veces pisa un poco también. Vuelve a entrar. Los gatos empiezan a salir y a pasear por las panderetas. Me echo a descansar y a verlos pasear y pelear con otros gatos. Ladro a los animales que se paran en mi pasto de afuera, sobre todo a los que hacen caca y mean. Por lo general, me retan.

Empieza a oscurecerse. Sale alguna de las personas de la casa y ordena mi chal en la casita. Yo me meto rápido, porque empieza a hacer frío. Debería ser capaz de resistirlo sin ayuda, pero tengo una pata mala, no puedo pisar con ella, porque me duele y cuando hace frío, me duele más. Me quedo en la casa hasta que siento alún ruido en el jardín que me haga salir a curosear. Pero casi siempre cuando he entrado a mi casa, no salgo más, porque me quedo dormida profundamente. Termino el día cansada.

1 comentario:

bx16soupapes dijo...

opino que Poncio leon es un mal animal, le gusta dejar mal a Anastacia. Osea por último josefina no peska de una, pero el otro gato se hace el "amigo" y luego traiciona a Anastacia.

saludos polola mia.