miércoles, 16 de abril de 2008

Ojos de caramelo

Yo caí en ese lugar en tiempos de guerra. No sabía quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos, así que decidí esconderme. Al parecer había caido en el patio de alguna casa y me escondí entre los matorrales que salían de una tierra que seca.

El sol calentaba bastante y atardecía. Mientras me acomodaba en mi escondite, oí que abrían la puerta de la casa. Salió un hombre de barba y pelo canoso, con un sombrero tipo vaquero. Llevaba una camiseta blanca sin mangas y bajo ella se asomaba su abultado vientre.

Venía caminando directo hacia donde estaba yo. Tenía el ceño fruncido y no sabía si era por el sol que le llegaba en la cara o porque me había visto. Sí, me había visto. Trataba de verme mejor a través de las hojas. Yo quería salir arrancando, pero me di cuenta de que tenía una escopeta.

No sabía si era mejor salir arrancando y que me pegara un tiro de inmediato o que me encontrara y me torturara o me secuestrara o me entregara a las tropas...¿enemigas? Ahí recién pensé que no sabía quién era el enemigo. En realidad esa guerra no era mía, así que no sabía a quién me podría entregar.

Me quedé tranquila y esperé. Deben haber sido los segundos más largos de mi vida. Me sudaban las manos, quería vomitar, me sentí mareada y me temblaban las piernas. Y él no llegaba. Me agaché y me agaché, como tratando de desaparecer. Y él no llegaba. Cerré los ojos y esperé lo peor.

Sentí una mano grande y tibia en mi hombro. Abrí los ojos y vi su cara, tenía los ojos grandes y me miraban sin entender. Me habló en un idioma que yo no había oído nunca. De alguna forma, su presencia me calmó. Gritó algo hacia adentro de la casa y salieron una mujer, también canosa y morena y un joven que no pude ver muy bien, hasta que lo tuve frente a mí.

Me ayudaron a pararme y al parecer me preguntaban si me pasaba algo. Me sostenían. El joven moreno y alto se me acercó de pronto y me miró a los ojos. Su mirada castaña clara me hizo recordar el caramelo. Y me seguía mirando y yo seguía hundiéndome en el caramelo. Su mirada me absorbía. Y sus manos fuertes me mantenían en pie.

Me tomó de la mano y nos acercamos a un género rojo. Lo levantó y había un lienzo que tenía colores amarillos, azules y rojos. Había dibujos que parecían hacer alusión al viento. Había una imagen que parecía ser de un hombre y una mujer tomados de la mano.

Yo no sé cómo me di cuenta de que yo era la elegida. No entendía su idioma, pero supe que ese lienzo debía ser descubierto cuando apareciera yo. Ahí entendí todo. El destino me había llevado hasta allá. Yo era la mujer de ese joven ojos de caramelo. Y me sentí tan tranquila que me dejé llevar.

Comenzó a moverse ese pedazo de género. Era como un baile. Y nosotros bailábamos con esas imágenes, sobre esa tierra seca, con ese sol naranjo. Dábamos vueltas y vueltas y no me sentía mareada, sólo tranquila, en calma. Tenía un centro: él.

Él era mi centro y yo era el suyo. Y yo estaba tan feliz que no me importó haber aparecido tarde. Él estaba comprometido y su novia apareció de pronto, sin que me importara de dónde. Era morena igual que él y pequeña, llevaba una túnica azul marino y una manta cubría su cabello negro.

Ella sólo nos miraba y no era mala. Se notaba en sus ojos que lo amaba. Pero él no a ella. Tenían un compromiso y no podía romperse. Así eran las cosas ahí.

Yo me devolví a mi tierra. Me esperaban los cerros verdes y los árboles frondosos. Volví durante un atardecer de esos frescos, con el viento moviendo las copas de los árboles. Uno de esos atardeceres que invitan a leer abrigada bajo un árbol o tomar té con galletas de caramelo.

Y volví a mi vida de siempre. Con mi familia de siempre. Mi casa de siempre. Los problemas y desafíos de siempre. Con la tranquilidad de siempre.






martes, 15 de abril de 2008

Hospitales y consultorios repartieron más de 18 mil "píldoras del día después" durante el 2007

Los servicios de Santiago, Viña del Mar, Ñuble, Talca y Valdivia repartieron más de mil cajas cada uno. Las principales explicaciones para pedir la "píldora del día después" son la ruptura del preservativo, olvido del anticonceptivo oral o relaciones no previstas. La mayoría de las mujeres que la pide tiene entre 18 y 24 años. En la Región Metropolitana se repartieron 7.228 cajas y más de 18 mil en todo el país.

La Posta Central entregó la "píldora" a unas 120 mujeres durante el 2007, según el Servicio de Salud Central. El jefe de urgencias, Carlos Fariña, afirma que se las compromete a ir a un servicio de ginecología. Seguirá repartiendo la píldora hasta que haya una resolución oficial del Tribunal Constitucional.

El Centro de Salud de Renca atiende al 61% de la población local y les dieron la "píldora" a 95 mujeres durante el 2007 y la mayoría tenía entre 17 y 18 años. Hay seis matronas que hacen una consejería para que las pacientes comiencen a cuidarse regularmente. La directora del consultorio, Deisy Sánchez dice que es extraño que aparezcan con sus madres y cuando ha habido abuso sexual, suelen ir con ambos padres.

En el Consultorio de Talca se entregaron 154 dosis durante el 2007. La mayoría de las pacientes son universitarias. Explicaron que tres estudiantes iban casi todos los fines de semana, también llegaron adolescentes después de la graduación del colegio, incluso con vestido de fiesta.

En el Hospital de Los Ángeles se concentra el 50% del total de entregas del Servicio de Salud del Bio Bio, con 640 dosis. La mayoría de las pacientes tiene entre 19 y 35 años, es de clase media o baja y la pide, porque ha tenido relaciones sexuales sin protegerse. La encargada del programa de Mujer, Ana López, afirma que entran con vergüenza de pedir la píldora.




jueves, 3 de abril de 2008

Caperucita Hipertextual


"La increíle pero cierta historia de la Caperucita Roja" se trata de la historia de la Caperucita, pero contada como un delito, desde el punto de vista de cada uno de los involucrados. Ellos son interrogados por un detective y cada uno va contando su versión de los hechos.


La historia es hipertextual, porque no sigue un orden lógico- temporal. Empieza con la escena en la que Caperucita llega a la casa de su abuelita. Ahí encuentra al lobo disfrazado, haciéndose pasar por la anciana. La niña la encontró diferente. Empezó a preguntar por sus orejas tan grandes, la nariz tan grande y la boca tan grande, cuando repentinamente la abuelita que estaba amarrada, salió del clóset y cayó al suelo. El leñador entró acto seguido al escuchar todo el estruendo. En ese momento se detiene la acción.


Luego nos encontramos con la "escena del crimen". La casa de la abuelita ha sido acordonada por la policía y todos son sospechosos del crimen. El lobo intentó comerse a Caperucita, amarró a la abuelita y el leñador irrumpió en una propiedad privada. Un detective con forma de rana hace su entrada.


Caperucita fue la primera interrogada. Empezó a contar su versión de los hechos. Desde que salió de la casa con los pasteles y pasó por el bosque y cómo fue seguida por el lobo, según ella dijo.


Después interrogaron al lobo y él empezó a contar su versión de los hechos. Dijo que lo que había contado Caperucita era mentira y contó una historia muy diferente. Según él, ella lo había golpeado y sabía artes marciales. Entonces se repiten nuevamente los momentos que Caperucita había relatado, pero esta vez desde una perspectiva diferente.


Cada personaje va aportando su punto de vista para conformar la historia. Son cuatro historias paralelas simultáneas que son relatadas en distintos tiempos. Cada uno dice cosas diferentes, alguien debe estar mintiendo, pero no se sabe hasta el final de la película. Mientras, el espectador va participando, tratando de adivinar quién dice la verdad y de formar la historia en su cabeza como un todo, visto desde diferentes lugares.


Además, mientrás están relatando sus versiones, hay varias idas y vueltas al pasado, saltos cortos hacia atrás y devuelta al presente, lo que hace que tenga menos orden lógico temporal.


El relato no es lineal, hay varias historias, con cuatro aristas y el espectador participa en cierta medida tratando de conformar la historia completa en su mente. Por eso "La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja" es hipertextual.