lunes, 9 de julio de 2007

La venganza del cliente resentido

"Estimado cliente: En cinco minutos más su tienda La Bella Feria cerrará sus puertas para volver a atenderlo el próximo martes dos de enero, a partir de las 11:00 horas".

"Estimado cliente: Son las 19:00 horas, su tienda La Bella Feria cierra sus puertas para volver a atenderlo el próximo martes dos de enero, a partir de las 11:00 horas".

Una bocanada, ganado, ola, marejada, choclón, masa de gente desesperada corre como en las películas de acción cuando se cierran las compuertas para huir y el héroe se tira de guata al suelo para salir. La única diferencia es que en en este caso, la masa humana trata de entrar.

¡Es 31 de diciembre! En cinco horas más comienza un nuevo año y este montón de seres ávidos de productos para vestir, menaje, perfumería, electrónica, etcétera, parecen no tener ninguna cena que preparar, ninguna ducha que tomar para emperifollarse, ninguna familia que los espere para el abrazo de las 12, nada. ¡Nada!

Están todos locos. Las cajas se llenan de clientes que se quiren llevar las cosas como sea. No importa si la polera tiene un hoyo, si el pantalón no tiene cierre o si la falda está descosida. Incluso más: no les importa si no les queda bien, porque después lo pueden cambiar. Todos compran para cambiar. "Oh...¡Qué lindo el pantalón! Me lo llevo. Pero no me lo probé... ¡Señorita! ¿Lo puedo cambiar después?". Una gorda con cara de apestada,repite la cantaleta: "Son diez días para devolución, un mes para cambio y tres meses de garantía...".

Es por llevarse algo, por no salir de ahí con las manos vacías. Con una sensación extraña por dentro. Con la idea de que algo les falta, aunque no hayan perdido nada. Eso les falta: lo que no han comprado, ni poseído jamás.

Compran cualquier cosa, sin pensar, para ellos mismos y para quienes los rodean. Por eso antes de Navidad se lo llevan todo y después devuelven y cambian todo. Porque a nadie le gustó ningún regalo. Obvio, si la polera no la compraron, porque a la Panchita no sé cuánto le gusta usar poleras con brillo y un tremendo escote en la espalda. ¡No! La compraron, porque era de la promoción de dos poleras en $14.990.

Tres días espués llega la Panchita con su polera para cambiarla y no encuentra que le guste. Cuando por fin encuentra algo, hace una eterna cola. Espera media hora, para que cuando llegue su turno le digan que sólo tiene $7.495, no los $14.990. Así empieza todo un show para mejor llevarse otra polera de la promoción, porque así le dan el total de la plata. Un espectáculo memorable.

Ya son las 19:30 y aún hay personas que pretenden probarse ropa. Que les bajen esos pantalones que yo no sé para qué los ponen tan arriba. Nadie sabe qué contestar. Será porque la tienda quiere meterle la ropa por dónde sea a la gente y sacan y sacan prendas, aunque ya no haya espacio. Los vendedores se limitan a ir a buscar la ganchera, un pedazo largo de fierro o palo, con un gancho en la punta, para bajar lo que el cliente quiera.

Hace 35 minutos que la tienda La Bella Feria cerró sus puertas para volver a atender al público el próximo martes a partir de las 11 horas. Todavía quedan personas en las filas de las cajas.

¡Por favor! ¡Vayan a sus casas! ¡Preparen su cena, pónganse su ropa de mall, abrácense a las doce y vean los fuegos artificiales! No vale la pena. A nadie le importa el cambio de año. Estar con la familia...nadie está ni ahí con nada.

Es una venganza. La venganza del cliente que tantas veces ha sido abandonado a su suerte, botado, dejado de lado, ignorado. La venganza del cliente que ha tenido que esperar paciente durante el año a que se termine de atender al que lleva más cosas, al que compra lo más caro, porque eso da más comisión.

Ese cliente ha cultivado entre compra y compra, el sentimiento del comprador resentido que busca dificultarle la labor y la vida a los vendedores desgraciados que alguna vez le dieron la espalda por ir a besarle el poto a algún comprador con más poder adquisitivo.

Hoy, 31 de diciembre, año 2006, ese comprador rencoroso está dando rienda suelta a su ira reprimida, haciendo que las filas en las cajas sean interminables, desordenando la ropa que no piensan llevar y pidiendo objetos que están en lugares difíciles de alcanzar. Todo para que ese vendedor que alguna vez cambió al comprador humilde por el platudo, sufra por no poder llegar a su hogar a la hora de la cena, por no poder llegar luego a preparar la cena, por no poder llegara tiempo para ducharse e ir a comer con sus familia, por no poder llegar a tiempo para ordenar la casa, vestirse, arreglar a los niños y recibir a los suegros. Que sufra por tener que quedarse ahí.

La idea del comprador resentido es que este día tan especial, el vendedor codicioso, hambriento de comisiones, que atiende de mala manera, sienta esa ira reprimida, cultivada compra tras compra, cambio tras cambio. Que sienta la furia caer como un torrente contra el que no se puede luchar, del que no se puede huir, no se puede evitar. A ese fenómeno del cliente herido en su orgullo sólo queda hacerle frente, como sea, aunque signifique la ruina deL Año Nuevo, porque el cliente siempre está primero, como dice la chapita en la solapa de la camisa.

No hay comentarios: