Sí, sí... ya sé que tengo taller mañana y tengo que tener alguna cuña fascinante e increíble...pero estoy aquí, subo esto, que es un trabajo de Narración Escrita, con Constanza Mujica (muy persona ella...je). No sé si es reportaje, pero hagamos que sí.
Como que no sigo una línea de estilo siempre. Fíjese atento lector (porque yo sé que ud. está atento).
Esto LE llevaba un recuadro de indicadores demográficos...pero a esta hora no se me ocurre cómo dejarlo como foto y meterlo acá. No sé. Tenga paciencia, estimado.
Esperanza de vejez
La esperanza de vida en Chile ha aumentado en diez años desde hace un cuarto de siglo. Un 11,4% de la población tiene sobre 60 años. Un grupo que aumenta y que busca su lugar en la sociedad. María Isabel Bustos y Claudio Marín son un ejemplo del cómo y del cuándo.
Una mujer y un joven sentados frente a frente. Un bol lleno de empanadas fritas de queso y pimentón, una botella de Coca Cola Light de dos litros y medio y varios años de experiencia los separan. Ella es rubia y él tiene la barba con algunos pelos colorines. Ella tiene los ojos oscuros y él, claros. María Isabel Bustos y Claudio Marín son madre e hijo y la tercera edad es el tema de este almuerzo de domingo.
Según el Instituto Nacional de Estadística, la esperanza de vida en el periodo 2000- 2005, es de 74,8 años para los hombres y de 80, 8 para las mujeres. Hoy las personas viven cerca de diez años más que en el tramo 1975- 1980. María Isabel tiene poco más de 50 y dice que a su edad le quedan muchas cosas por hacer. Este año termina de estudiar Trabajo Social y pretende ejercer por lo menos 15 años productivos si Dios se lo permite así.
Envuelta en una chaqueta de polar negro con figuritas blancas, confiesa: “Me molesta que porque tengo poco más de 50 años, dicen ‘la vieja de 50 años’”. Después de haberse casado, separado y criado dos hijos, Cristián, de 34 y Claudio de 26, decidió buscar otra alternativa de vida. Considera que está aún en una etapa de la adultez, es una mujer sana y aún puede hacer algo más por su vida.
Con respecto a la situación económica en algunos años más, María Isabel dice: “Por eso mismo estoy pensando en esto po’”. Claudio, que come una empanada, carraspea y se tapa la boca con la servilleta. Mira hacia otro lado. Su mamá quiere trabajar para que cuando sea mayor sus recursos le permitan vivir con dignidad y no estar a expensas de nadie.
Claudio asegura serio que si su mamá lo necesitara él haría lo que toque en el momento. Si ella no tuviera pareja y se quedara sin plata, él le ayudaría. Afirma en tono grave: “Voy a mantenerla y Cristián también la va a mantener, entre los dos la vamos a mantener, si esa es la cuestión”. Su mamá interrumpe: “No corresponde. Claudio y Cristián van a tener su vida”. No quiere ser un cacho.
En el plato de Claudio hay algunos bordes de masa de empanada, porque no le gusta llenarse con masa sola. Él reconoce que no se llevaría a su mamá a vivir a su casa, a nadie. Él la metería en un asilo, de ésos que son no sé po’…a toda raja, donde no los tienen enjaulados. María Isabel reacciona: “A mí no me gustaría terminar en un asilo, ni tampoco ser carga yo para mi hijo”. Por eso quiere trabajar mientras pueda.
María Isabel dice que si su papá estuviera solo, ella lo llevaría a vivir a su casa. “Yo habría dejado todo botado, por lo menos por un tiempo y me habría traído a mi papá”, afirma convencida. Él vive con otra de sus hijas. Lo va a ver varias veces a la semana. En el verano lo lleva a El Tabo, porque sabe que le gusta mucho la playa. Y aunque María Isabel se queja de que igual es sacrificado, dice que hay que hacerlo, porque nadie más lo hace.
Según el último censo, la población de la tercera edad en Chile, es de 11,4%, es decir, cerca de 1.717.000 personas tienen más de 60 años. Hubo un aumento de alrededor de un dos por ciento, desde 1992. María Isabel opina que es bueno que las personas de su edad se planteen que hay tiempo todavía para hacer cosas, porque las expectativas de vida han aumentado. “Antes a los 50 años la gente se moría” y compara: “Hoy día a los 50 años recién en realidad empiezas a vivir la vida con la experiencia, tení’ todo en ese rato”.
La familia Bustos es longeva. El papá de María Isabel tiene 91 años y está bien de su cabeza, es autovalente todavía. Madre e hijo se preparan para una larga vida. Ella afirma: “Yo creo que yo voy a morir trabajando”. Siempre y cuando no se sacrifique mucho, porque dice que con el tiempo “a uno le vienen los dolores, que viene aquí, que viene allá. Uno tiene que prever esa, parte, la parte salud”.
María Isabel pretende contratar a una nana que la acompañe y ayude, pero quiere valerse sola. No desea grandes lujos. La plata la quiere para no depender de nadie, comprar lo básico y compartirla con otras personas que yo quiero. Dice que lo que la hará feliz será decir: “Voy a ir a ver a mi nana, le voy a comprar un abrigo, le voy a comprar las botitas que ella quería, en fin”. Espera ganar cerca de $500.000 y cotizar harto. Al preguntarle por la pensión que le gustaría, contesta: “Eso es relativo” y sigue: “A lo mejor, en 15 años $1.000.000 no va a ser nada”. Para ella serían suficientes 500 lucas al mes.
La Pensión de Vejez se calcula, según la Asociación Gremial de Administradoras de Fondos de Pensiones, con el 10% de la remuneración mensual de los afiliados mientras trabajan. Si María Isabel ejerce 15 años, ganando $500.000, obtendría una pensión mínima, en la que el Estado completaría el monto. De acuerdo al Instituto de Normalización Previsional, son $89.715 para las personas de menos de 70 años. Claudio opina que está bien, viviendo justo sí, ya que tiene pagadas las cuentas, porque su papá se encarga de eso. Agrega: “$90.000 para que coma una sola persona al mes está como bien…”.
Al hablar del futuro, Claudio sabe que su situación es un poco distinta a la de las personas de su generación: “Una persona de no sé po’… que tiene mi edad, son contadas las personas que cotizan”. Él cotiza en una AFP desde los 19 años. Y espera poder disfrutar cuando sea viejo de todo lo que ganará con esfuerzo. Quiere tener parcela, casa en la playa, un buen auto, una buena tele, una buena radio, un buen computador…
Además, quiere ser un viejo acompañado. No desea una familia chica. Prefiere las grandes, aunque todos se tengan mala y se anden pelando, porque dice que es rico estar con harta gente. “No me gustaría vivir agónico”, dice seguro. Eso para nadie es vida, ni para tus hijos ni para ti. No le gustaría quedarse solo, pero al igual que su mamá, no quiere depender por completo de alguien.
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