Cuando se me cayeron los temas de 31 Minutos y James Bond... bueno, cuando los botamos, empezamos a pensar en qué otra cosa podía cubrir para la radio.
Nos acordamos de la corrupción. Obvio. Fui al Centro de Justicia a ver en qué estaba lo del Registro Civil, porque en el edificio del Ministerio Público estaban declarando las empresas Quintec y Adexus. Claro que eso no lo supe hasta hoy.
Mientras esperaba afuera del edificio, empecé a preguntar a otros periodistas si sabían quién estaba declarando. Nadie sabía nada. Y todos muy tranquilos. Un camarógrafo empezó a tratar de bajonearme, diciéndome que a los nuevos periodistas los explotan y sobreexplotan y que los camarógrafos ganan más que ellos y que si yo quiero tener familia no puedo tener un trabajo así: trabajan de la mañana hasta la noche, toda la semana, fin de semana y festivos.
Se me ocurrió acercarme a dos periodistas de faldita y chalitas que estaban sentadas en un peldaño que hay fuera de la oficina de informaciones. Les pregunté si sabían algo. Me dijeron que no. Volví a preguntar. Me dijeron que no, que de verdad no sabían ni tenían nada.
Me senté al lado de ellas para escuchar de qué hablaban, cuando escucho algo así como "en la mañana, cuatro galletas de agua, una tostada y una manzana chica". Agudicé más mi oído, porque al otro lado estaba sentada una familia con un niño chico. Tomaban vino en botella, tenían la voz áspera y hablaban cada vez más fuerte, sobre todo la mujer que repetía que a ella no tenían por qué llevarla pa' adentro.
Agudicé mi audición y escuché que pasaban por todos los días de la semana, repitiendo distintas comidas en diferentes cantidades. ¡¡¡Oh por Dios!!! Era una dieta. "Hay que sacrificarse poh hue'ona", decía la que dictaba, a la otra que tiritaba de risa. De ahí no iba a sacar nada en limpio así que me paré.
Aparecieron dos caballeros muy apurados. Terno y corbata, con el tremendo sol que había, por eso me llamaron la atención. De repente capté que todos los periodistas los seguían y también las cámaras. Yo, seguí al ganado, estiré mi brazo con la grabadora en mano y corrí tras ellos.
No saqué nada, porque los tipos no hablaron. Igual yo no pregunté nada, si ni sabía quiénes eran. Después le pregunté a otra periodista quiénes eran y me dijo que era Andrés Contardo, el ex asesor del Registro Civil y de la empresa Tata. Por su doble asesoría se cuestiona el contrato de US$80 millones que tiene Tata con el Registro Civil, para la nueva plataforma tecnológica.
Después, estaba mandando mi pata por teléfono, para que presentaran mi despacho en el noticiero de las 14 horas, cuando veo a un tipo de cara y cejas familiares: ¡¡¡Yutronic!!! Corté y lo seguí, con todos los demás periodistas. Entramos al Tercer Juzgado de Garantía, dejamos a un lado nuestras cosas para pasar por el detector de metales, todos empujándonos, con cámaras y grabadoras colgando, pidiéndole a los guardias que se apuraran.
Pasamos con éxito el portal y subimos al ascensor como diez o más personas con equipos y todo hasta el séptimo piso. Ahí estaba Dante Yutronic, el dueño de la Casa del Espía, quien declaró que él no era culpable de nada en el asesinato del martillero público Jaime Oliva, que el verdadero culpable está en la clínica y que él es un chivo expiatorio en este caso. Prometió hablar después si todo salía bien.
Iba a ser formalizado por los delitos de violación a la Ley de Telecomunicaciones y a la Ley de Inteligencia Nacional. La primera la violó al interceptar conversaciones telefónicas de Oliva y la segunda cuando usó equipos de espionaje de inteligencia para sus propios fines.
Mientras en la sala los fiscales, Vinko Fodich y Patricio Caroca, argumentaban por qué Yutronic debía ser detenido, varios periodistas afuera veían el partido de Chile vs. Israel en una tele chica. Desde adentro se oían los "¡Uuhh!" y "¡Oohh!" por cada jugada buena o mala. Yo alcancé a quedar en la puerta, así que escuchaba de adentro y de afuera, así que no me hice la idea completa de nada.
No sabía el nombre de los fiscales, ni del abogado defensor, ni de la otra persona que iba a ser formalizada con Yutronic, Abraham González, quien lo ayudó a interceptar teléfonos. A él lo hicieron ir a firmar todas las semanas a Ñuñoa, le prohibieron salir del país y también comunicarse con cualquiera de los imputados.
Yutronic, en cambio, quedó en prisión preventiva por ser considerado un peligro para la seguridad pública.
A la salida yo corrí con mi grabadora detrás de las cuñas, sin ni siquiera saber quién estaba hablando. Obtuve las cuñas de Vinko Fodich, el abogado defensor, Fernando Oliva, hijo de Jaime Oliva y de Héctor Musso, abogado querellante de la familia Oliva. Y yo, ¡no lo sabía!
Llegué de vuelta a la U sin saber qué cuñas usar. Así que las pasé todas completas y decidí cortar después. Un cuarto para las siete (hora de inicio del noticiero) estaba recién averiguando qué cuña era de quién. Muuuy lenta yo. No tenía libreto, me puse nerviosa y mandé mal las cuñas, borré una y a la otra me quedó con el nombre mal puesto, así que nbo salió.
Salí sin libreto, conté las cosas de las que me acordaba, porque las leí en Internet: que va a estar detenido por 120 días en la Cárcel Capitán Yavar, mientras dura la investigación. Repetí lo que dijo Héctor Musso (la cuña que no salió), que los delincuentes tienen que ir a la cárcel y que estaban satisfechos con lo logrado. Tiramos las cuñas de Yutronic y su abogado defensor, que decía que el culpable está en la clínica y el que es formalizado es el inocente. "Así es la ley", decía con voz de picado.
Tartamudié, hubo un silencio de varios segundos y a lo mejor me equivoqué en algunos datos y otros me faltó darlos...pero como dijo un perito judicial con el que conversé durante la formalización, soy nueva en esto, así que tengo harto que aprender.
jueves, 27 de marzo de 2008
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