Los ojos color caramelo me siguen intrigando. Despiertan mi curiosidad y me hacen estar alerta a sus miradas. Espero que alguna de ellas sea para mí.
Y yo sé cuando una de sus miradas es para mí, porque sus ojos destellan y se ponen sinceros y con ganas de acurrucarse en mis ojos que
esperan pacientes.
Cuando llega el momento yo quiero que dure para siempre, pero son sólo vistazos o miradas de reojo que yo igual agradezco.
Sé que sus ojos no son para mí nada más, porque hay más personas y más ojos que esperan su mirada.
Espero paciente a que sus ojos se encuentren con los míos. Espero por un instante de confianza, de desnudez y de cariño que me llene por algunos minutos.
Y tú sabes que te busco. Y juegas. Parece que me fueras a ver, pero desvías la vista a un punto cercano, dejándome a la espera.
Después hablas con otra persona, pero me ves a mí y yo me siento importante, porque tengo tu atención, aunque sea en parte.
Otras veces siento que me ves y cuando te miro, ya tus ojos se posaron en otro lugar.
El momento que más me gusta es cuando por fin me hablas y me miras a la vez, porque sé que eres todo mío y nuestro ojos hacen y deshacen entre sinceridad y sensualidad.
Hay sólo un momento que me gusta más que mirarte: el abrazo de despedida. Nuestras miradas no se encuentran, pero cerramos los ojos y nos encontramos, pensando en este instante perfecto.
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