sábado, 8 de diciembre de 2007

Soy mala


Ese día cuando te vi en el Metro, me descompensaste el día. Te prometo que me dejaste como con la mala vibra pegada.

Primero fue tu actitud. Yo estaba muy concentrada pensando sólo Dios sabe qué y tú no encontraste nada más bonito que saludarme con un "¡hola!", seguido de un tremendo empujón... O sea...¡Jelou! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Estaba en la orilla del andén esperando el tren!!!!!!!!!! Casi se hace realidad eso de la canción...algo así como que te atropellen y después te pise un tren...What ever...algo así.

"Estúpido", pensé yo. "Ahuevona'o", también se me vino a la mente. Y "bruto culia'o", también. ¡Sí! Después de tanto tiempo, de haber tenido una pseudo relación amorosa varias veces y de haberme jurado que me amabas, ¿ahora me querías matar?.

Sólo te dije: "¡Tonto!". ¡¡¡Obvio!!! Te había echado un looking y me di cuenta de que estabas bien bueno... Siempre bien trabajado tú. Así como hombrón, los brazos gruesos y tu cara de niño bueno, con esos labios gorditos y rojitos...mmmm...¡¡¡rico!!! Seguías tan rico y apetecible como siempre. Decidí medirme con los insultos por si saltaba la liebre. En todo caso, tú siempre has estado dispuesto para lo que yo quiera sin importar cómo te trate (porque te he tratado bien mal, ¿cierto?).

Bueno, pero los años me han enseñado que no es bueno hacer sufrir tanto a la gente, porque se trancan y después es uno la gil que tiene que aguantarlos con sus carencias emocionales y esas huevadas. Así que "tonto", fue la palabra empleada para empezar a conversar. Nos subimos al metro. Me querías dar una sorpresa, que no le pusiera tanto color, me dijiste. Además, empezaste a explicarme que no porque te tires al metro te mueres al tiro, sino que tiene que haber una conexión de no sé qué para que te dé la corriente. Ahí yo sólo te miraba mover esos labios gruesos y se me obstruyeron los otros sentidos. Así que no me acuerdo de nada más.

De lo siguiente que me acuerdo es que me contaste que ahora estudias...Sí, estudias. "¡Bien!", te dije yo. Ahí si me puse contenta de verdad. Ingeniería en eso que te gusta a ti...computadores y maquinitas y todo eso que tratabas de explicarme cuando estábamos en el colegio. Me puse contenta por ti.

Me contaste que te faltaba poco para salir y me preguntaste qué hacía yo. Yo te dije que lo mismo de siempre...tratar de conquistar el mundo, lo que en cierta forma es verdad. ¡Sí pu! Si uno es joven y toda la lesera, tiene que tener el bichito ése de ser especial y tratar de llegar lejos y todo eso.

Y para variar se me salió lo pesadita que llevo dentro. Empecé a preguntarte por tu polola, la loca, si seguías con ella y cómo fue que dejó de molestarme, porque yo me había metido entre ustedes. Ahí tú te enojaste un poco. Tú sonrisa se borró y los ojos se te pusieron redondos. Me explicaste que no la leseara, que ella estaba mal y tenía problemas, que estaba con depresión y se quería matar. Yo pensaba: "Uy, qué grave...seguro sus papis pelearon y le dio penita, ¡pobrecita! ¿Sabrá este pelotas todo lo que a mí me ha pasado? No le voy a dar en el gusto de contarle. Yo soy fuerte y grande".

Cambiamos el tema y me gustaba chocar contigo con el vaivén del tren. Sí, hasta me excitaba y qué. Hay que decir las cosas como son. Tú siempre me has vuelto loca. Pero como que físicamente no más. Hormonalmente, somos compatibles. Siempre fuimos unos calientes de mierda. Ahora, de las cosas emocionales nunca quise preocuparme: un cacho. Qué lata. Detesto el compromiso.

Igual te hacía ojitos y ponía esas caras de niña chica buena que a ti te encantaban, para ver qué pasaba. Logré traspasar la barrera de tus ojos castaños y me decías con la mirada que me querías y me deseabas. Que ojalá no me bajara nunca del metro y siguiéramos hasta cualquier lado. Yo también quería. Pero nadie lo dijo. Yo esperaba que fueras tú. Porque siempre fuiste tú el que estuvo a mis pies. Y llegó mi estación.

Tus ojos querían que me quedara. Me tomaste de las manos para despedirnos y me apretaste un poco junto a ti. Me diste un beso en la mejilla y me dijiste que ya no más. Que estábamos grandes para seguir jugando al corre que te pillo. "Puta la huevá", pensé yo. "Aquí cagué". Te hiciste grande y con fuerza de voluntad y puta que es atractiva esa cuestión. Ahora sabías qué te hacía mal y qué no. Y yo te hacía mal, según lo que me dijiste. Quise que me sostuvieras un poco más, pero no, me soltaste. Me dejaste ir a cagarle la vida a otros.

Y eso me tuvo mal todo el día, me dieron ganas de empujar a todas las viejas gordas que se suben al metro y ocupan espacios por tres. Ganas de putear a los pendejos que se mueven tanto que me pisan los pies cuando yo justo ando con mis zapatos regalones. Putear a los que se paran enfrente de la puerta del metro y ahí se quedan, como cobrando peaje, los huevones. Ganas de tirar al andén (aunque no se mueran al tiro) a todas las viejas chicas atropelladoras que creen que porque son chicas te pueden empujar. Todo porque uno es larga y como grande. ¿Qué culpa tiene uno de que sean enanas?

Ese día, tuve pensamientos perversos a cada rato. Y los disfruté. Me sirvieron para desahogarme de todo lo que no pude hacer contigo. Porque ahora las cosas cambiaron. Ya te diste cuenta de que soy tóxica para ti. Por eso no me voy a poder seguir aprovechando de tu buen corazón y calentura. Porque soy tóxica. Que la gente se aleje de mí. Porque hago daño. ¡Soy mala! jajaja. No más mala que otras, en todo caso.

www.rfa.cl/images/rfaing/metro.jpg
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