Otra vez te tuve y no te tomé en cuenta. No te miré. No sostuve tu mano. No te miré. Por un momento pensé que estabas bien, que todo estaba bien, como antes. Estabas un poco idiota, como antes. Hablabas golpeado, como antes. Estaba ella también, sí, como antes. No te miré. No puedo creer que no te haya mirado, que haya dejado pasar ese momento. ¿Definitivamente no te miré? No, no lo hice. Te tuve seguro y no me preocupé de disfrutar esos pocos segundos que te tuve de vuelta. ¿Cómo no me di cuenta? Era sólo un instante, ¿cómo no me di cuenta?
Dejé que las cosas pasaran. No tomé la iniciativa, como antes. No consideré tus palabras, como antes. Hasta sentí que me molestaba tu presencia, como antes. No sé cómo pude ser tan ciega. No me di cuenta de que era un regalo. Eran unos segundos en los que tenía de vuelta. No sólo estabas acá... ¡Estabas bien!
De pronto desperté y me dolió golpearme con la realidad. No estabas. No ibas a volver. Te tuve y te dejé ir como si nada. ¿Cómo pude ser tan tonta? Me confié. Y me dio rabia no haberte mirado para saber cómo estás, cómo te tratan ahí donde sea que vivas ahora. ¡Qué rabia! Fui tan tonta. Sólo me queda pensar que si es que hay una próxima vez, te voy a aprovechar al máximo... Ahora voy a estar alerta a cada momento, cada situación, con las personas que sea, porque puedes estar ahí y no voy a dejar pasar la ocasión para saber cómo estás.
jueves, 17 de septiembre de 2009
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